lunes, 19 de agosto de 2013

40 años Después

contar con la dicha de levantarse al lado de la persona indicada y saber que nada es una monotonía,solo el amor puro puede animarte a continuar 



"¡Qué rico hueles, mi vida!"
"¡Qué perfumada, mi amor!"
Éramos recién casados.
Fueron frases de rigor.

Después del baño él olía
a Yardley o qué sé yo, mientras yo me perfumaba con frascos de Christian Dior.

Pero hoy... ¡Qué diferencia!
Él huele a ungüentos, y yo a la Pomada del Tigre, que me pongo al por mayor.
¡Cómo han cambiado los tiempos de cuando él me conoció!

Antiguamente lucían
encima de mi buró una rosa, su retrato, un perfume y un reloj.

¿Ahora? Un frasco de aspirinas; el ungüento de rigor y el omeprazol;
unas vendas; mis anteojos; las píldoras de alcanfor; la jeringa, la ampolleta, el algodón y el alcohol.

Y en su buró, amontonados
para que quepan mejor, un vaso para sus "puentes"; el frasco de la fricción; un libro abierto; sus lentes; jarabe para la tos; y agua para el eutirox, la aspirina por si nos viene un dolor...

Sin embargo no añoramos "lo que el viento se llevó".
Recordamos lo que fuimos,y vivimos nuestro hoy.

En las mañanas, sin prisas,siempre la misma canción:
"¿Cómo dormiste, mi cielo?"
"Un dolor me despertó"...
"¿Cómo te sientes, mi vida?"
"Hoy tengo fuerte el dolor".

Y por las noches, acaso
recordando algo mejor, oliendo a salicilato, a pomadas y a inyección, repetimos lo de siempre, lo mismo de ayer y hoy:

"Que duermas muy bien, mi vida".
"Que duermas muy bien, mi amor".
Rezamos un Padre Nuestro, y damos gracias a Dios…


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